El paralelo 66.6

En Rovaniemi la nieve es tan blanca

porque los viajeros entierran en ella su inocencia.

 

Anoche me zambullí en la región de los lagos,

sonreí por primera vez en muchos meses

y no lo hacía sola,

un finés impenitente se quedó a mi lado.

 

Nos perdimos por los bosques,

exactamente como alguna vez imaginamos.

 

Y esta decadencia controlada

es la aventura más maravillosa

que ya nunca podrás robarme.

Doña Aiuola

En el estanque del olvido tu luz se desvanece,

tus flores y sus frutos,

los últimos rayos de un sueño.

 

Qué no hubiera dado por arrancarte un mordisco,

un pétalo de almizcle en tu extraño invierno.

 

Agotados los deseos,

bienvenidos

en la Casa del Cambio,

la noche olvida que — qué

sucede para descansar del día.

 

Miro mi cuerpo desnudo desconocido

en el fondo del pozo de la Santa Cobardía.

 

Bronce de mujer,

te he amado tanto — en blanco

contra todo

y sin remedio,

tan ignorante como el sol

a cuya muerte la luna nace.

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