Soy de aquí y de allí desde aquellos maravillosos ochenta. Por el día construyo satélites y por las noches construyo y me reconstruyo con palabras. Me recargo en la naturaleza, en las artes y las ciencias, charlando con amigos y con las musas. Me gusta trabajar sola tanto como en equipo. Me entusiasman algunos poetas y las tortillas de patata poco cuajadas. Los abrazos. Los silencios compartidos. Los perros felices. Las buenas historias. La honestidad desde el respeto. Tocar el piano y las cosquillas mentales. Soy ciclotímica, por supuesto. Oscilo entre la meditación y el baile. Lo del baile no es literal, o sí —habría que preguntarle a mi pareja.

Escribo para los que se sienten solos, para los que leen en voz baja cerrándose los ojos del cansancio, para los subordinados y sus jefes, para los autónomos y desahuciados, para los enfermos y los sabios, para los listillos y los tontos que no lo somos tanto. Escribo para los deprimidos y los renacidos, para los santos y las putas, para los que no tienen nada que decir y un buen día, ladran. Escribo para el canon y lo aún no etiquetado, para los fracasados y los que siempre se levantan, para las madres sobre todo la mía, para los amigos reencontrados, para los ancianos sin nietos, para los hijos sin rumbo, para mi padre muerto y mi hermano aún vivo. Para todos los que aman, para nosotros escribo.

 

Porque creo en el orden, en el caos, en la fina línea de cordura entre ambos y en que todo, también esto, pasará. Y os confieso que llego tarde a una fiesta donde nadie me había invitado, pero tengo una promesa que cumplir y resulta que ésta también es mi casa. Así que, bienvenidos.