Los imaginarios de la realidad

Imagina un grano de arena. Es un nodo aislado, flotando en el espacio-tiempo de tu mente. Coloca ahora un segundo nodo, y otro más, y sigue colocando nodos. Ve uniéndolos entre sí con hilos, haz conexiones más o menos gruesas, pueden ser invisibles si quieres. Haz las combinaciones que desees, tantas como puedas imaginar. Ante ti se va desplegando una malla, tu malla. Poco a poco, la malla se vuelve inabarcable a tu mirada. Puedes contraer o expandir su volumen y complejidad a voluntad. Disfrutas con lo creado. De repente, te parece ver que un nodo intermedio ha sido reemplazado por un hilo. Sí, al fijarte ya no hay duda, algunas zonas de la malla se están transformando: cadenas enteras de nodos se reorganizan, algunas desaparecen, nuevos nodos y conexiones surgen para poblar huecos de la malla y, al tiempo, vuelven a agruparse o a contraerse. La malla es un continuo flujo de reconexiones, podados y alumbramientos de caminos. Está viva.

Este ejercicio mental es mi alegoría para entender cualquier constructo. Cualquier rama de conocimiento o nodo, que a su vez es malla. Las conexiones que suceden antes o después, queramos o no, más allá de los límites del lenguaje, los deícticos, las categorías discretas de la mente y la narrativa preponderante.

La base para todo proceso creativo ─preparación, incubación, iluminación y verificación[i] es la fricción entre planos de realidades. Sea cual sea la disciplina, el concepto a explorar, proponemos transformadas y reformulaciones para transitar entre dominios de conocimiento. Las ecuaciones que conectan eso que hemos llamado partículas, fuerzas, campos y ondas se expresan en un lenguaje matemático que no es sino la enésima transformada de los hallazgos semióticos con los que el hombre empezó a salir de la caverna oscura en la que sólo había un grano de arena.

Utilizo mi nodo-malla mental según el dominio que quiera conocer. Allí donde pongamos la atención, la intención y demás parámetros a los que otorguemos relevancia; allí donde queramos observar, relacionar, categorizar; allí hay un nodo-malla. Así podemos ─o podremos, si aún no lo hemos hecho─ entender la célula, el cerebro, la expresión genética, las estructuras cristalinas, la unificadora Wikipedia, el modelo OSI[ii] para interconectar sistemas (mallas de información), incluso la interconexión de las personas, con sus dinámicas de grupo y sus percepciones únicas.

Desde muy pequeña pensaba ─ausencias imaginativas que me entretenían durante las homilías, las sobremesas soporíferas y aquellos eternos viajes en coche para veranear─ en información. La información como concepto me ha fascinado siempre, entendida como sabiduría y expresión única ─e intransferible─ de la suma de las identidades cambiantes que somos cada uno de nosotros y el universo que habitamos. Recuerdo una mañana en Menorca del verano del ’86, cogí un puñado de arena de la playa, lo observé en detalle y me pregunté “¿cuánta información cabe en este grano?, ¿y en este otro?”. Por la tarde, sentada junto a mi madre en un banco de la iglesia del pueblo, mientras el cura consagraba las hostias recordé la arena del mar y la pregunta volvió, con una ligera variación: “¿cabrá más o menos información en la sección de ese pelo que veo caer bajo la luz que se filtra por las vidrieras?”. Y así seguí, transitando entre ausencias y realidades, preguntándome si toda la sabiduría del universo cabría, debidamente compactada, en la partícula más pequeña que fuera capaz de ver, o incluso ─por qué no─ de no ver.

Aquellas presciencias infantiles se tornaron certezas con mucho estudio y trabajo individual y compartido. Primero con el inglés y la literatura, luego con la música; después con la ingeniería de telecomunicaciones y desde 2007 con las misiones espaciales, donde colaboramos equipos humanos de empresas y agencias espaciales internacionales. Somos una muestra de diversas disciplinas y habilidades (todos nodos, todos mallas). Por el camino, mi camino: fracasos y aprendizajes de todo tipo, estimulantes ensayos con distintas técnicas y medios de comunicación, buena fortuna, salud, enfermedad y pérdidas. Mi personal transición por la doxa y la episteme. No sé por cuánto tiempo estaré donde estoy ahora, una multinacional que construye satélites, pero es tan buen caldo de cultivo para mis talentos y limitaciones como cualquier otro. Quiero a mis compañeros y siento que estamos aportando a la sociedad. Cada diagrama en la pizarra para compartir un diseño, cada reunión de trabajo bien planteada, cada línea de código, incluso cada amago de reinventar la rueda (¿os sabéis el chiste de los catorce estándares?)[iii] es un paso intermedio a la solución definitiva. Así, como buenos humanos, mis compañeros y yo nos exasperamos, probamos, medimos, fallamos, aguantamos el tirón y nos vamos de cañas para celebrar algún hito, algún fino hilo que hemos logrado colocar para mejorar el sistema. De camino al bar, de noche siempre, miramos al cielo e inevitablemente aún nos maravillamos cuando vemos un puntito moviéndose fiel a su órbita, fiel al cuanto de energía que le hemos imbuido.

Si sabemos lo suficiente sobre la posición de las partículas en una zona de la malla, y conocemos las transformadas adecuadas ─las llaves, las puertas, la hermética alquimia─, podemos rastrear y extrapolar el resto de la malla. Se puede sacar el audio de un vídeo sin audio, por ejemplo. Se puede entender la sustentación de los aviones y el principio de los transistores que contribuyen a que leas esto en tu móvil ─y que, tras añadirlo a tu repositorio mental siguiendo tu particular sistema de clasificación, lo más probable es que sigas haciendo scroll porque alguien ingenió cómo capturar y mantener tu atención, aprovechando los ciclos de retroalimentación a corto plazo impulsados por la dopamina. Se puede entender la importancia del cinturón de Van Allen[iv] en nuestro planeta y en las misiones espaciales, así como el concepto de ilusión del usuario introducido por Nørretranders. Se puede aceptar que la Inteligencia Artificial (con su acrónimo inglés ‘AI’)[v] lleva siglos acompañándonos, automatizando tareas e interviniendo en los artefactos que construimos[vi]. Una primera idea para este artículo combinaba tensores, creatividad computacional[vii] y dos ejemplos de redes neuronales generativas: uno relativamente sencillo[viii] para determinar cómo de bueno es un poema; otro con mayores dosis de analogía, un happening relativamente complejo para transformar la “voz propia” de cualquier poeta a una partitura de aquellos instrumentos cuyo timbre tuviera una correlación lo más cercana a 1 respecto de cierta matriz de elementos constitutivos de los poemas, ajustable a incontables subjetividades. Ese protoartículo incluía una sección para revisar las controversias y las esperanzas, los inviernos y primaveras de toda nueva tecnología, y concluía con una propuesta: una ciencia-ficción de una nueva malla, un nuevo universo basado en silicio, creado por organismos basados en carbono ─nosotros─, con todo su entramado de leyes, transformadas y evoluciones que ─también aquí─ no entenderíamos inicialmente. Lástima que la reina de los “realists of a larger reality”[ix], Ursula K. Le Guin, nos haya dejado. Ella habría urdido una excelente narrativa alternativa con su mano izquierda de la oscuridad.

Manejamos narrativas para entender, para posicionarnos, para hacernos oír. Las necesitamos, aunque en toda luz deba haber sombra, aunque los grados de extrañamiento nos separen y los helicoides infinitos duren lo que tardamos en aceptar la configuración que nos limita. La niña que era creció y fue aprendiendo que todo podía modelarse y comunicarse con una correcta teoría de información (inmenso Shannon). Por ejemplo, su particularización fonética, base para la oralidad humana ─habla, retórica─, con sus derivadas escritas y su fluidez entre géneros. O la algo más genérica acústica, que mezclada con la estética musical permite tensar y resolver satisfactoriamente las variaciones en el tiempo del espectro en frecuencias audibles para nuestro oído. También Shannon explica la danza de las abejas y la mensajería de los árboles, y por qué la tasa de información procesada se mantiene invariable sea cual sea el idioma hablado o el sistema de escritura. Aprendí cómo nada puede modelarse ni comunicarse exitosamente cuando olvidamos que el lenguaje sólo es común si el emisor está dispuesto a comunicarse con el receptor (y viceversa) sorteando los errores, sesgos, ruidos y demás falacias del medio por el que atraviesa la información. Y, ¿qué importa? ¿Qué significa todo, nada? José Hierro murió cantando a este cisne; Adrienne Rich, también; “¿hacia dónde corre por el bosque escrito el corzo escrito?”, se preguntaba la Szymborska. Porque sé que llevo toda la vida gravitando los mismos temas, y porque seguiré revisitándolos y refinándolos hasta el momento en el que muera, también yo soy una malla-nodo. A veces pienso en mi propia definición de poética como mapa personal del océano de icebergs perceptuales. Algunas personas se agarran a su iceberg y no lo dejan ir, ofuscando sus coordenadas, quizá para construir una narrativa que les coloque más arriba en el algoritmo del buscador imperante, quizá por miedo. Y, para otras, su iceberg es el único mundo que desean explorar hasta el límite de sus sinapsis. Ambos acercamientos ─top/down, down/top─ son necesarios para cada nodo-malla. Solo hay que saber cuándo elegir un sistema u otro. No hay mediocridad en el equilibrio, y ser generalista o especialista es igual de amateur ─estoy segura de que la clave está en amar─ según la narrativa escogida por el statu quo. Humildemente creo que ya hay suficientes definiciones de poética. Hay tanto dicho ya, tanto ruido y redundancia, que a menudo sólo quiero silencio y ver perros felices.

Pero también hay nodos brillantemente colocados que aún soportan las embestidas del espíritu crítico, por encima de la ignorancia, de los egos y de los localismos espacio-temporales. Lágrimas en la lluvia como las ecuaciones de Maxwell ─viejas conocidas para los ingenieros, los físicos y los matemáticos, para cualquiera que sienta curiosidad, bien las aplique en algún problema o las olvide por el desuso─, el Réquiem de Brahms, Little Boy, las conclusiones sobre la vida de uno de los mayores sabios que también fue físico[x], la evolución convergente, los solapamientos estéticos y subtextos que ayudan a entrar en resonancia con la mise-en-scène de una producción artística para ser emocionados sin saber exactamente cómo. El anhelo de fusión con el amado. El orgasmo. La impermanencia. Brahma. Nodos y mallas que permiten entender qué nos hace humanos, con nuestras esclavitudes y nuestras guerras, para no olvidar lo interconectados que estamos y lo fina que es la línea que separa el orden del caos.

Me despediré con otra historia. Un bellísimo milagro en el que habitan todas las polisemias. Un ejemplo de transformación de paradigmas para resolver lo irresoluble: el descubrimiento de los números imaginarios. En esta historia encontraréis una ilación de personajes que se mueven entre la generosidad y la ambición: algunos diletantes, otros pontificados, pocos de ellos son hoy recordados, aunque todos fueron necesarios. Cada uno de ellos, invariablemente, se atrevió a llegar hasta los límites conocidos y a traspasarlos con su eureka, su particular grano de fantasía. Así, la titubeante suma de cada paso fue el único camino para una progresiva implantación de los números imaginarios, creando un nuevo plano de realidad ─el plano complejo─ en nuestra concepción del mundo, que a su vez ha servido para varias redefiniciones de los límites de nuestro universo conocido, así como para la generación ─creación─ de diversas aplicaciones y preguntas que antes no existían.

Para los que no conozcáis la historia, buscadla y meditadla[xi]. Entre los muchos nodos e hilos cabe mencionar que hubo que desacoplar la aritmética de la geometría (creación de un nuevo lenguaje expresivo para superar las limitaciones del establecido). También, hubo una contribución sorprendente y valiosísima por un “intruso” nórdico llamado Caspar Wessel, que logró la interpretación geométrica de los números complejos (proyección entre espacios aparentemente ortogonales; análisis y correlación de los sistemas de simbología). Después, no hace ni un siglo ─1925─ nos voló la cabeza con la genial ecuación de Schrödinger. Pero incluso entonces el nodo se volvió malla cuando Pauli se atrevió al enésimo reajuste para contemplar un espín. Y el penúltimo milagro occidental se hizo carne en la actual ecuación de Dirac: El Gran Algoritmo que requiere de una parte real y una parte imaginaria para definir, redefinir y transformar nuestro paradigma existente, sea cual sea el nodo y el hilo de la malla.

 

Descartes ya lo intuyó en 1637 cuando acuñó el término “números imaginarios”:

Para expresar las relaciones […] a veces es necesario usar números imposibles, ya sea porque son "menos que nada", lo que no tiene sentido para una longitud, o porque son imposibles. Estas raíces [nodos] deben ser imaginadas, son [...] a veces solo imaginarios, es decir, siempre podemos imaginar tantos como dije en cada ecuación, pero a veces no hay cantidad que corresponda a la que imaginamos. [xii]

 

 

El camino del creador [xiii]

 

Conocer los límites, traspasarlos y volver

para cantarlo, para

contarlo.

 

Hambre de realidades y sed de maravillas.

Imagina un grano de arena.

 

C(á|ué)ntanos tu historia interminable, no

es milagro, no

es magia.

 

Imagina

.


[i] Este artículo ha sido revisado por siete personas formadas y con experiencia profesional en distintos ámbitos: ingeniería, historia, economía, educación, música y física. Gracias José, Pedro, María Pilar, Mari Carmen, Beatriz, Mónica y Conrado.

[ii] Wikipedia contributors. (2023). OSI model.

[iii] https://imgs.xkcd.com/comics/standards.png

[iv] Wikipedia contributors. (2023). Cinturones de Van Allen: Implicaciones para los viajes espaciales.

[v] Este texto es completamente original, en el sentido de que la autora no ha usado AI’s ni para generar ni para ofuscar, si bien ha aprovechado AI’s para medir la originalidad del texto y hacer una primera traducción al inglés que, aunque digna, ha tenido que ajustar para respetar su original en español. También se ha planteado proponer su protoartículo a una próxima convocatoria del congreso internacional de creatividad computacional, aunque probablemente implicaría abandonar su actual trabajo y no tiene claro que contribuya a una suma no nula. Más AI’s aquí

[vi] Hertzmann, A. (2020). TEDxBeaconStreet: Can Computers Create Art?

[vii] Jacq, A., & Herring, W. (2023). Neural transfer using pytorch.

[viii] Mitchell, M. (2021). Why AI is Harder Than We Think.

[ix] Le Guin, U. K. (2014). Speech in Acceptance of the National Book Foundation Medal for Distinguished Contribution to American Letters.

[x] Kauffman S. (2020). Entropy (Basel). Answering Schrödinger's "What Is Life?".

[xi] Muller, D. (2021). Veritasium: How Imaginary Numbers Were Invented.

[xii] Los corchetes son de la autora, para eliminar o aclarar.

[xiii] Poema de la autora.